" Los alumnos fatigan, revuelven programaciones, desmontan torres de paciencia, consumen chorros de voz, atentan contra úlceras, digestiones y demás sistemas estabilizadores del más comprometido de los profesionales, asisten impasibles al desmoronamiento del más recio de los propósitos de enmienda, declinan en arameo nuestro más depurado discurso, desarticulan en marcha convoyes de experiencia acumulada, paralizan de un plumazo nuestra inercia más segura, capturan y marean la más sencilla y doméstica de las estrategias, decapitan de un sablazo la más cuerda de las ideas; olvidan, confunden, recurren, quebrantan, arrasan... Sin embargo, no he conocido mejor tormento para el hastío, mejor excusa a la pereza, mejor sacudida contra el agarrotamiento, mejor puente de generosidad, mejor trampolín a la ocurrencia, mejor disculpa a la espontaneidad, mejor legado de la inspiración, mejor esquinazo a la soberbia, mejor recurso para la esperanza... No hay mejor oferta para la humildad".
Con la que está cayendo necesitaremos unas palabras ilusionantes que nos animen a emprender este curso que comienza. Por eso, aunque fueron escritas en abril de 2005, cada septiembre las vuelvo leer .... y consigo llegar a junio.
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